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Buenos días en Los Guzmán

Suena el despertador. Lunes. 8:00. Retrasas. 8:05. Y diez, llegas tarde y el despertador vuelve a sonar para hacerte sentir mal, para obligarte a despertar. De repente te giras, y… - ¡Buenos días!- una voz dulce te habla desde el otro lado de la habitación. Una cama enfrente. Un compañero. Un amigo. Comienza la semana, la dureza de los lunes podría parecer algo infernal, sin embargo, escuchas un portazo, unos pasos corriendo y un “¡Buenos días!” Que suena acelerado, tu cabeza te recuerda que vives en una residencia, algo resuena en tu mente: “al menos alguien va peor de hora que yo” un montón de pasos: unos acelerados, otros cansados, algunos acompañados de ruedas, de maletas, de bienvenidas. Y tu cabeza te dice: “Ya han vuelto”, es lunes. Te vistes sales a la puerta en busca del desayuno, esquivas a uno que corre que tiene examen y que, evidentemente, llega tarde. Bajas por las escaleras, el ruido chirriante que producen y el tambaleo de un escalón a otro te van despertando, finalmente llegas al comedor. Aquí, todo son prisas, cucharillas que golpean los vasos bien cargados de café y colacao, tostadas voladoras y tostadoras “on fire”.  Todo el mundo corriendo, algún optimista perdido da los buenos días y otros, muy motivados, te desean un feliz día… y que tortura tu cabeza lo único que piensa es “¿Cómo puede alguien tener un feliz lunes?” Recoges la bandeja y subes, vas pillado de hora. Ahora eres tú el que pega el portazo, da unos “buenos días” y sale corriendo por la puerta.

Una vez has  salido por la puerta principal, miras el sol y te afirmas en tu idea de que “tal vez, los lunes no sean tan malos”.

 

Rosi Villa (202)

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